LA PROPUESTA AUSENTE DE LUIS FERNANDO CAMACHO

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A continuación presentamos sendos artículos que reflejan el perfil de algunos candidatos, no sólo por lo que han dicho en el set televisivo, sino también con referencia a su práctica política, que algunos quisieran borrar de la historia, más en estos momentos electorales.

Insurgentes agradece la colaboración del Colectivo Revolucionario Plurinacional.

El falso debate convocado por varias instituciones y transmitida por ATB este fin de semana ha servido para conocer, de boca de los candidatos, sus diversos esfuerzos por convencer a la ciudadanía de “cualquier cosa, menos el retorno del MAS al gobierno”. Las intervenciones de Luis Fernando Camacho develan la carencia de propuestas por parte de la derecha racista, disimulada por una fraseología harto conocida por la ciudadanía: el discurso neoliberal.

Luis Fernando Camacho se presenta a sí mismo como empresario joven que, a sus 41 años, se estrena en política. Trata, de esa manera, de vender la imagen de renovación, que compite contra la clase política. “No soy político, vengo del trabajo empresarial”, afirma en su auto presentación. Pero esto no es cierto. Camacho se inició en la política a muy temprana edad, de la mano de su padre, el tristemente célebre José Luis “Papi” Camacho Parada, quien fuera también dirigente cívico cruceño. La Comisión de la Verdad ha establecido, con base en documentación y testimonios de la época, que incluyen confesiones propias, que este personaje asesinó a sangre fría a indefensos prisioneros políticos en la masacre de la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno, acaecida durante el golpe fascista del 21 de agosto de 1971. Ese ambiente fascista es el que cobijó al actual candidato por el frente Creemos. Su padre le pasó la posta al hijo, haciéndolo dirigente cívico para que se catapultara en la política y para servir a los intereses de las logias cruceñas cuyo poder e influencia han sobrepasado los límites departamentales. También por confesión propia, ha reconocido su participación en el golpe de Estado que derrocó al presidente constitucional Evo Morales, mediante la compra de lealtades de militares y policías que lo cobijaron en sus andanzas subversivas.

Las logias Los Caballeros del Oriente y Toborochi que se han arrogado la representación de los intereses del pueblo cruceño –cuya actual cara visible en la política es precisamente Luis Fernando Camacho– han actuado, actúan y actuarán en política bajo el disfraz del civismo, para defender los intereses antinacionales so pretexto de combatir al comunismo, de proteger los valores occidentales y cristianos y ser leales a la tradición. Razones simuladas que, en realidad, esconden un claro alineamiento con la oligarquía coligada a las transnacionales, particularmente del agronegocio y del petróleo. De hecho, Camacho amasó su fortuna haciendo negocios con el Estado en el rubro petrolero, convirtiéndose en un deudor moroso de impuestos que ha estafado al Estado Plurinacional de Bolivia.

CRISIS ECONOMICA

Afirma Camacho que la crisis que se avecina será más dura aún debido a la pandemia del Covid 19; crisis que la gente no debería seguir pagando y que para ello están ellos. Promete en primer lugar la creación de 300 mil empleos; cifra muy por debajo de la prometida por Gonzalo Sánchez de Lozada quien, en su propuesta electoral, no vaciló en hacer una oferta de esa naturaleza, sin mayores explicaciones. Señala que para ello destinará un fondo de 10 mil millones de bolivianos para promover construcciones rápidas y sencillas. Asimismo, promete eliminar el IVA para alimentos y medicamentos; sin duda, en el primer caso, esta propuesta se orienta a beneficiar a los agro empresarios del oriente, que no se cansan de afirmar que son los verdaderos adalides de la seguridad y soberanía alimentaria; en el segundo, la propuesta ayudará a incrementar el negocio de la salud, particularmente de los comerciantes de medicinas ligados a los grandes laboratorios que han hecho de la salud una de las más prósperas industrias en el planeta. Habla también de un “Seguro de Cesantía” para quienes pierdan su trabajo; es decir, advierte entre líneas que la recesión no podrá ser resuelta en el marco de sus propuestas y propone un paliativo que también favorecerá el traspaso de fondos del Estado al sector financiero privado que, en Bolivia, es el que administra con características de monopolio, el negocio de los seguros. Finalmente, oferta entregar una tarjeta de 500 Bolivianos para que en los próximos dieciocho meses, la población pueda comprar alimentos. ¿Cómo financiar esta tarjeta? Dice Camacho que reajustando el gasto público; es decir, achicando el Estado, despidiendo empleados públicos y librando a su suerte a decenas de miles de desocupados que, luego, deberán vender su fuerza de trabajo en condiciones adversas.

GENERACIÓN DE EMPLEO

El desempleo se ha agudizado patéticamente en los últimos meses. Sin protección social y con un Ministerio del Trabajo que ahora sirve a la patronal y no a los trabajadores, tanto en el sector público como en el privado, se han producido despidos masivos. Paralelamente, erróneas políticas de preservación de la salud a consecuencia de la pandemia, han evitado que la mayoría de los trabajadores en Bolivia –que son los cuenta propistas, aquellos que tienen un negocio que les permite vivir en el día a día en el comercio, la producción, la gastronomía, el transporte y otras actividades– han cerrado posibilidades de ingreso para cientos de miles de familias en el país. Este escenario se produce durante el gobierno autoproclamado de Jeaninne Añez, a la que Luis Fernando Camacho ayudó a encumbrar y, en sus primeros momentos, sirvió con varios de sus militantes que asaltaron diversos ministerios, como parte del botín político de los golpistas.

En  ese marco, Camacho ataca a la Ley General del Trabajo calificándola de anacrónica, y propone su reelaboración. El marco institucional sugerido es un Consejo Económico y Social, con la presencia y participación de empresarios. En suma, los trabajadores, en vez de tener al Estado como garante de sus derechos, tendrá con Camacho en el gobierno, una institucionalidad que, en nombre de la modernidad y la competitividad, cercenará sus derechos y los dejará librados a la ley de la oferta y la demanda. Los trabajadores bolivianos conservan en la memoria lo que esto significa, pues ya se adoptó la receta durante el neoliberalismo. Despidos masivos como la famosa relocalización que dejó en la calle a decenas de miles de trabajadores mineros, privatizaciones que también en nombre de la rentabilidad de las empresas abordará un gobierno de derecha, son el escenario ofrecido por Luis Fernando Camacho en caso de ser elegido presidente. “Que se olviden de hacer política”, amenaza el candidato; es decir, el trabajador no podrá ejercer el derecho al reclamo colectivo mientras se prepara la nueva ley, pues para ello, dispondrá de medidas que, entre otras cosas, consolidará políticas discriminatorias contra la mujer que, a juicio de Camacho, es quien debe atender las labores del hogar. Todo ello, afirma, es necesario para que los trabajadores no hagan política; es decir, no piensen en sus reivindicaciones históricas y sólo puedan hacer un reclamo individual y no colectivo de sus derechos. Y las mujeres, para el misógino derechista, deberían prepararse  para estar en la cocina, que es el rol social que los conservadores de derecha asignan a la mujer.

LA ESTABILIDAD ECONÓMICA

La visión de Camacho no difiere en absoluto de las que caracterizan a los mentores del neoliberalismo. Para convalidarla y mostrarla potable a la audiencia, culpa al gobierno anterior de haber gastado más de cien mil millones de bolivianos por encima de lo que se debía; afirmación falaz porque precisamente el gobierno del MAS IPSP logró acumular una histórica reserva internacional que estaba destinada a ser usada en momentos de crisis; misma que estalló en el 2014 y que causó verdaderos estragos en las economías vecinas. Bolivia, entre tanto, continuó creciendo y manejando su economía con prudencia, sorteando la crisis coyuntural. De ello, por supuesto, no dice nada Camacho.

Propone como remedio, corregir la balanza comercial que, a su juicio, es desfavorable a Bolivia porque las políticas comerciales fueron producto de una pugna ideológica que nos habría cerrado mercados. Se refiere expresamente al ATPDEA, el famoso acuerdo comercial con Estados Unidos que nunca significó ventajas para quienes han hecho acuerdos de esa naturaleza con el imperialismo. Acomodar uno que otro producto en ese mercado tiene el costo de la invasión de mercadería norteamericana que, en vez de corregir la balanza comercial, termina por ensanchar el déficit con relación a ese país. Pero, por supuesto, esto forma parte de la factura que le extiende el imperialismo norteamericano a quien no sólo lo hizo gobierno –aunque después Jeaninne Añez lo hubiese despachado por inútil y corrupto–, sino que lo promueve como uno de sus candidatos que favorecerá, en caso de ser gobierno, los intereses norteamericanos en desmedro de los nacionales. Claro está, para ello debe disfrazar el discurso señalando que esa política no debe ser ni de izquierda ni de derecha, que simplemente se trata de buscar nuevos mercados… la vieja cháchara neoliberal que ya no engaña a nadie.

DESARROLLO LOCAL Y GOBIERNOS MUNICIPALES

Camacho vuelve a agitar las banderas regionalistas para granjearse votos. No vacila en criticar a su ex aliada Jeaninne Añez por haber clausurado el año escolar. A su juicio, dicha medida se debe al centralismo paceño, sembrando de esa forma, prejuicios para enfrentar a los bolivianos. Nada dice de que, esa medida, fue tomada para evitar que los maestros se movilizaran por sus justas demandas; que la clausura tuvo que ver más con una desesperación política que con un serio compromiso de velar por la salud de la población escolar. De manera desleal, deslinda responsabilidades con un gobierno de facto que precisamente él encumbró y del que participó. Ante el fracaso estruendoso de las políticas, programas y planes de salud para enfrentar la pandemia, lanza críticas al gobierno de facto actual, achacando todos los males al centralismo. ¿Acaso no fueron ellos quienes impusieron allá donde creían ver oposición masista, intervenciones a los servicios departamentales de salud?

No oculta su horizonte estratégico, el federalismo, como parte de su propuesta para facilitar el saqueo de los recursos naturales del país en beneficio de las transnacionales, al amparo de supuestos intereses regionales. No cabe duda que el gas y el hierro de El Mutún, además del litio y las tierras raras, están en la mente de Camacho a la hora de dar el discurso. Otra de las facturas que, con seguridad, le han pasado sus mandantes de Washington, para cobrarse el favor de haberlo hecho gobierno y candidato.

No en vano, en sus palabras finales, reivindica esa lucha cobarde y artera que él califica de valiente; justifica entre líneas la ruptura del orden democrático y la organización, adiestramiento y empleo de los grupos paramilitares como la Unión Juvenil Cruceñista, en la que militó para hacer sus primeras armas pateando collas cuyo voto ahora invoca para gobernar el país.

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