La manera digna de hacer política

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La prensa y las redes sociales se han llenado de noticias referidas a los candidatos posibles y seguros de las elecciones sub nacionales. Partido sin dueño –a diferencia de aquellos tradicionales de la derecha, que hicieran afirmar al fallecido Max Fernández que “hasta los ceniceros” eran suyos– el MAS IPSP es el que mayor polvareda levanta; entre otros, por el sonado caso de Eva Copa, ahora candidata a alcaldesa por otra sigla.

Lo cierto es que las designaciones han develado desagradables sorpresas, al catapultar como representación del partido político más grande e importante de la Bolivia contemporánea, a una caterva de oportunistas que podrían ser objeto de estudio de esa especie de saurios reptiles que tienen la facultad de cambiar la coloración de la piel de acuerdo a sus conveniencias. Entusiastas “pititas demócratas” que se movilizaron para promover el golpe de Estado de noviembre de 2019, fungen ahora de “leales”, “consecuentes” y furibundos azules, mostrando una flexible cintura que los ubica, además, como dirigentes de un proceso político con el que sólo tienen afinidad por las pegas que el poder depara. Huelga intentar una lista de nombres, pues este espacio periodístico no abastecería.

Así que, en compensación, habrá que remitirse al caso de Tarija, el hermano y sureño departamento donde el MAS IPSP no ha logrado calar a fondo. Allí, como en todo el territorio nacional, se movilizaron con entusiasmo y de buena fe, las compañeras y los compañeros del instrumento para elegir a sus candidatos, habida cuenta de la necesidad de alimentar las listas con personalidades que, desde el ámbito local, tuvieran la representatividad y la idoneidad necesarias para enamorar al electorado chapaco. Y, entre ellos, salió elegido como candidato a concejal, el Ing. Nelson Aguilar.

Conocido por su ligazón con los movimientos campesinos, no sólo por su formación profesional –es agrónomo– sino por su consecuencia y radicalidad, Nelson es uno de esos raros políticos que no fingen para caer bien a nadie; por el contrario, hace gala de sus convicciones revolucionarias, para incidir en el sentido y contenido político de las propuestas programáticas. Alejado del marketing político al que nos tienen acostumbrados los medios de comunicación, poco o nada se ha sabido de él. Sí, no podía ser de otra manera, de otros candidatos como el principal –de cuyo nombre no vale la pena ni siquiera acordarse–, que proviene de las filas de Acción Democrática Nacionalista, el partido organizado por el Gral. Hugo Banzer Suárez precisamente para eludir un juicio de responsabilidades que, de haber prosperado y de no haber sido asesinado Marcelo Quiroga Santa Cruz, habría puesto entre rejas al ex dictador.

Sin salir de su estupor, Nelson indagó los porqué de esa elección mañosa que ponía al MAS IPSP en la picota del escarnio: invitar a su militancia a votar por una figura que fue y es parte de los esquemas golpistas de la derecha, es algo similar a cruzar los ríos de sangre que supuestamente separaban a Jaime Paz Zamora del dictador mencionado. Y que, por supuesto, hipotecó de manera definitiva el futuro político del hoy ya cadáver maloliente MIR Nueva Mayoría. Las ambiguas respuestas que hablan de pragmatismo y de ganar alcaldía o gobernación a como dé lugar, resultan en realidad silencios cómplices con asesinos y corruptos de cuello blanco que, por azares de la política y eficaz manejo financiero, terminan por comprar el puesto. Tal entuerto implica también un profundo desprecio por el pueblo, al que consideran rebaño estúpido que depositará su voto dócil y mecánicamente, sin asociar los pasados delincuenciales de estos mercachifles de la política.

Entonces Nelson Aguilar decidió irse. Y renunció a su candidatura, para no ser cómplice de esa forma abyecta de hacer política. Su actitud, por supuesto, no pasa de la anécdota para la gran prensa, ávida de escándalos antes que de expresiones de dignidad y consecuencia. Guevarista de corazón, de aquellos que no hacen genuflexiones para caerle bien a Evo Morales a título de “unidad”, ha dado una lección inolvidable de una nueva forma de hacer política.

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