REINSTALAR EN EL IDEARIO EL ROL DE LA CLASE OBRERA
Por Marcos Farfán Farjat
Con la industrialización no se está haciendo comunismo, pues el comunismo corresponde a una fase superior del desarrollo humano aún no alcanzado, pero la derecha ignorante pretende confundir a la gente. Por el contrario, al industrializar el país, le estamos brindando una vez más, desde 1952, a la aplazada burguesía nacional, la oportunidad para que cumpla el rol que la historia le ha encomendado y que no ha sido capaz de cumplir, que como lo hizo en Europa, no es otro que la industrialización que consiste en desarrollar las fuerzas productivas, la ciencia y la tecnología.
Sin embargo, otra vez con sus propuestas retrógradas y entreguistas que radican en volver a achicar el Estado, privatizando las empresas estatales para regalárselas y engordar a un grupo de amigos que se asocien con las empresas transnacionales, entregándoles otra vez nuestros recursos naturales, medios de producción y servicios, o sea regalando la Patria a manos del imperio, pretenden rifar de nuevo nuestra independencia económica y dejar la economía a disposición plena del FMI y nuestra soberanía a la del imperialismo. Es decir, que cuando los seis candidatos de la derecha hablan a coro de acabar con el Estado Plurinacional y regresar a la República o de terminar con el modelo económico social comunitario y productivo, están queriendo desconocer un modelo que ha permitido redistribuir la riqueza, universalizando los servicios, vertebrando al país con carreteras casi en su totalidad, con aeropuertos que han comunicado a la regiones más remotas, antes inaccesibles, que ha llegado con telecomunicaciones a todos los rincones a través de la construcción del Satélite Tupak Katari, que ha construido un teleférico o el tren urbano, que ha construido hospitales de tercer nivel, colegios e institutos superiores de educación, reduciendo la pobreza extrema en 38%, generando fuentes de trabajo y brindando bonos a los grupos más vulnerables como niños, ancianos, embarazadas, por nombrar algo de las transformaciones que han beneficiado y elevado la calidad de vida de nuestro pueblo. Y como son enemigos de la producción, de la industria, del progreso y de crear riqueza propia como país, todos su planes se reducen a vivir prestándose plata repitiendo el “milagro de Milei” endeudándonos hasta el copete, solo para pagar sueldos y salarios como ya lo hicieron Mesa, Banzer-Tuto y Goni, sumiéndonos en una deuda externa que todos los bolivianos jamás podremos pagar, sino a costa de nuestra hambre, miseria y sometimiento como sucedió los 18 años de dictaduras militares y los 20 de gobiernos neoliberales.
Ahora, nuevamente la derecha a través de sus candidatos vuelve a manifestar su mediocridad, su carácter entreguista y antipatriótico, al pretender volver al régimen neoliberal con sus miserias espirituales y pobrezas materiales por todos conocidas, mostrándose incapaz nuevamente de cumplir con la responsabilidad de iniciar un proceso industrializador, dejando esta vez, en manos de pueblo y de un gobierno popular la responsabilidad de cumplir esa tarea.
Paradójicamente, debiendo estar en primera fila para encararlo, se confronta con el proyecto industrializador que está cambiando radicalmente la vieja matriz productiva mono productora, extractivista y netamente exportadora de materias primas por una estructura económica que tiene como actor central al proletariado, a obreros y obreras del campo y la ciudad como sujetos sustanciales ya que son la fuerza de trabajo creadora, generadora de riqueza por excelencia porque es ella la que trabaja en esas industrias y faenas y es ella la que transforma las materias primas en productos acabados agregándole valor.
Que la oligarquía o la burguesía antinacional nieguen la existencia de la clase obrera o que la desprecien, es normal ya que es su antípoda, pero es incomprensible que organizaciones o personajes que se dicen de izquierda como Patzi, Evo, García Linera, Andrónico, así como algunos militantes del MAS, cuando se refieren al pueblo, solo hacen mención a transportistas, a intelectuales, a empresarios, a gremiales, con suerte, al movimiento indígena campesino, pero jamás se refieren a la clase obrera y en algunos casos ni siquiera reconocen su presencia como parte del conglomerado popular y del bloque social revolucionario, cuando en los hechos, junto con el campesinado aymara, quechua y guaraní y los pueblos collas, cambas, amazónicos y chapacos y los sectores de desempleados o sub empleados de los grandes bolsones de pobreza de las ciudades, constituye la verdadera fuerza protagonista de las transformaciones democráticas y anti imperialistas, alrededor de los que siguen empresarios, intelectuales, militares, policías progresistas y que por tanto, jamás incurrirá en una conducta pendular o traicionará los intereses del pueblo como suele suceder con algunos sectores pertenecientes a las capas medias.
Por lo demás, la clase obrera, desde la segunda mitad del siglo XIX, cuando Bolivia se incorporó a la órbita capitalista mundial a través de la exportación de minerales, a la par de haber sido históricamente la protagonista, fue la garantía revolucionaria en los procesos democráticos populares y antidictatoriales, hallándose constituida por trabajadores de las minas, de las fábricas, de los pozos petroleros, de las pequeñas industrias manufactureras, de los servicios, de las empresas agrícolas del azúcar, del aceite, de la soya, del arroz, de la almendra etc.., junto a su carácter de clase, en Bolivia, tiene la peculiaridad de estar conformada por indígenas aymaras, quechuas, guaraníes y de otros pueblos indígenas en su inmensa mayoría.
De ahí la necesidad de qué en nuestra marcha hacia la liberación, al igual que al movimiento indígena campesino originario, se le reconozca al movimiento obrero su rol de vanguardia, asimilando profundamente está concepción para cuidar el carácter y el hilo revolucionario del partido y del proceso.
Efectivamente, al ignorar a la clase obrera como tal, se está incurriendo en graves errores y desconfiguraciones ideológicas, debido a que cuando estudiamos la historia de la revolución mundial, comprendemos que la alianza obrero-campesina se ha constituido en todas las revoluciones verdaderas, en el puñal de hierro que ha liberado a los pueblos de la explotación y el oprobio, aniquilado a los regímenes más duros y sangrientos del planeta e instaurando gobiernos democráticos y populares.
