RÉGIMEN RACISTA Y VIOLENCIA FASCISTA

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Froylan – INSURGENTE

Es indudable la ‘ordenación’ racista de nuestra sociedad (expresada en todas las formas de desigualdad), dada la constitución histórica colonial de Bolivia. Entonces, todo intento de sublevación de las y los excluidos (el “indio alzado”) contra dicho orden era anulado con la “pacificación” de los insurrectos, por parte de la casta blanca en el poder.

La reacción del poder oligárquico (afincado en las regiones) ante la osadía de ‘refundar’ Bolivia con una Asamblea Constituyente (con mucha representación indígena), fue la exacerbación del racismo. En los años 2007 y 2008 ―registrado por la investigación social― se produjeron no solo conflictos (como en SCZ o CBB) sino masacres (como en Pando) y la vejación a hermanos quechuas en Sucre. De ahí el Día Nacional contra el racismo y la discriminación y la misma promulgación de la Ley Nº 045.

El intento de borrar el racismo (en su expresión interindividual, pero no el estructural) durante la última década, ahora fue anulado y volvemos a constatar la división étnica de nuestra sociedad. La extracción de clase y étnica del actual régimen (nacido de un golpe de estado) es la élite que, después de la oligarquía del s. XX, ascendió con las dictaduras y se consolidó en el neoliberalismo; que consideró un período de “salvajes” el gobierno de Evo Morales cuyo logro fue la “inclusión” social, y ante esa época ‘insoportable’ la casta blanca procedió a hacer valer su derecho divino (de ahí la biblia) y su derecho natural (colonial) para gobernar este país.

No solo que el coronavirus es una enfermedad que amplía la desigualdad (la cuarentena no es igual para todos) sino que vivimos en una coyuntura política que reavivó el racismo. El golpe de estado se dio ultrajando los símbolos indígenas (la quema de la wiphala). Las masacres de Sacaba y Senkata fueron contra gente indígena. La represión, la violencia fascista sigue siendo contra el pueblo indígena (sectores populares y campesinos). Han convertido al pueblo en “sectores afines”. El cleavage principal para el comportamiento electoral es la fractura étnica.

Por tanto, un factor principal en la movilización popular es la lucha contra el racismo. Desde el golpe de estado, en la población rural es clara la conciencia política de “nos ha dominado los q’aras, otra vez”, concepción que es extensible a los centros urbanos ―donde aún, no obstante, se aferrará a la burocracia la clase media tradicional, también racista. Las organizaciones sociales aún no logran actuar orgánicamente como dirección del sujeto político. Pero ―por la pésima gestión, la corrupción, la violencia, el racismo, la violación de derechos, las facciones burguesas― está cerca el quiebre de la élite política transitoriamente en el poder. Está cerca la caída del régimen de la casta blanca y el porvenir más inclusivo y plurinacional.

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