Qué tiene Fidel que el imperialismo no puede con él

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El aniversario del cumpleaños de Fidel Castro es una ocasión pertinente para recordar al líder revolucionario cubano y continental, que no pudo ser derrocado por la primera potencia militar y económica del mundo, los Estados Unidos de América. El Comandante sobrevivió una a una a todas las administraciones, tanto demócratas como republicanas.

Un repaso arbitrario a esa fascinante historia –basado en recuerdos y sentimientos que se agolpan al contemplar la imagen del guerrillero de la Sierra Maestra, estadista y conductor de pueblos– nos remite a ese documento esencial para la conciencia latinoamericana, que es la Segunda Declaración de La Habana. En ese magistral texto, tanto Fidel como el Comandante Ernesto Che Guevara describieron descarnadamente la dramática situación de nuestro continente, cuya suerte no era casual: ella estaba y está signada por la injerencia norteamericana, cuyas doctrinas unas veces llamadas “de seguridad nacional”, otras “antiterroristas” y otros eufemismos, han marcado la suerte y el destino continental, jalonado por golpes de Estado y dictaduras militares made in USA, con el propósito deliberado de “evitar otra Cuba en Latinoamérica”.

Siendo niño, recuerdo haber escuchado el novelón de una hermana de Fidel, llamada Juanita Castro, que había huido aterrorizada de Cuba y su Revolución, pues allá se le quitaba los hijos a las madres para mandarlos a la Unión Soviética, de donde regresaban completamente cambiados, pues les habían dizque lavado el cerebro para convertirlos en robots al servicio del comunismo. El uso de la hermana en esa guerra de ideas tenía un fuerte impacto sentimental sobre la gente; las noticas se sucedían una tras otra mostrando las iniquidades de esa aventura en la isla paradisíaca que hasta entonces había sido solaz descanso para los turistas norteamericanos.

También nos contaron de la crisis de octubre. Entonces los malos de la película (Castro y sus barbudos) habían permitido que los soviéticos intentaran poner sus cohetes nucleares en la isla, para bombardear a los inocentes gringuitos amantes de la paz y la democracia. Entonces supimos que Estados Unidos ya tenía cientos de esas armas destructivas en las fronteras mismas de los estados socialistas de esas épocas, apuntando directamente al corazón de la entonces Unión Soviética, y que la historia no era tan cierta e inocente como nos la contaban.

¿Cómo discernir cuál era la verdad? Pues por ese entonces había algunos privilegiados que tenían la posibilidad al alcance de un botón. Eran los dichosos que tenían una radio de varias bandas de onda corta, capaces de captar las transmisiones de Radio Habana. Los jóvenes nos reuníamos en torno al aparato desde muy temprano en la mañana, para escuchar la formidable voz de Fidel Castro, cuyos discursos de varias horas eran lecciones extraordinarias de la historia, de la economía y de la política. Así, Fidel pasaba a ser referente, a veces cuestionado, a veces creíble, porque la andanada en contra era permanente a través de los diversos canales que usaban los norteamericanos en el país.

Luego vino la guerrilla del Che. Y escuchamos, recuerdo que todos bañados en lágrimas, la voz de Fidel, anunciando la caída en combate de su camarada de lucha. Quedaba desmentida definitivamente la leyenda de que, en realidad, el Che Guevara había sido asesinado por el régimen castrista, víctima de los celos de Fidel por la creciente popularidad del Guerrillero Heroico. Al poco tiempo se publicó el diario de campaña; la luz de la verdad se abrió paso para retratar esa epopeya que aún no concluye.Fidel siguió haciendo historia. Nunca pudo el imperialismo con él; en el otoño de su vida, obsequió a la humanidad un conjunto de reflexiones sobre temas diversos, exponiendo su maravillosa personalidad que lo convirtió, sin duda alguna, en el más prolífico y certero de los ideólogos revolucionarios de América Latina y el mundo. Todavía sigue dando batalla.

Xavier Contreras

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