Genocidio en la Amazonía

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Xavier Contreras

La región amazónica, cuya superficie abarca los departamentos de Beni y Pando, además del norte de La Paz, ha sido secularmente ignorada por las élites gobernantes de Bolivia. Si alguna vez fue motivo de interesada preocupación, fue durante el auge de la goma, cuya explotación permitió a Nicolás Suárez amasar una inmensa fortuna.
Recién a partir del Proceso de Cambio, inaugurado en enero de 2006, pudo iniciarse un serio intento por afirmar la presencia del Estado, promover la integración y avanzar en el desarrollo de esas feraces regiones. Hubo, por cierto, que enfrentar grandes resistencias de los «dueños del pueblo» . Baste recordar la masacre de Porvenir, que cobró la vida de decenas de campesinos que se manifestaban pacíficamente reclamando derechos. Hoy, el principal responsable de esa masacre, Leopoldo Fernández, ha quedado en libertad por obra y gracia de la dictadura de Jeanine Añez y sus compinches Carlos Mesa y Fernando Camacho.
El tiempo y los esfuerzos resultaron insuficientes para dotar a aquellas alejadas poblaciones amazonicas de los beneficios del progreso. Salud y educación, entre otros, son todavía asignatura pendiente para el Estado Plurinacional Precisamente Beni se proyecta como el departamento más castigado por la pandemia de moda. Testimonios desgarradores que se abren paso trabajosamente, venciendo la censura de la dictadura, dan cuenta de la gravísima situación por la que atraviesa la población, incluidos los pocos médicos y personal sanitario. Insensibles, Añez y su banda delincuencial no vacilaron en expulsar a los médicos cubanos que cumplían allá donde pocos se animan a dar cumplimiento al juramento hipocrático. Entretanto, la muerte castiga a los hogares de los pobres del Beni… como siempre.
Ese escenario se repetirá muy pronto en Pando, otro departamento echado al olvido. Su población originaria y de migrantes pobres de occidente es cultivo ideal para la expansión del coronavirus.
La desidia de la dictadura, sumada a su cleptomanía por los siempre escasos recursos para la salud pública, no merece otro calificativo que genocida. Porque genocidio es matar por omisión deliberada, incapacidad, prepotencia, represión e incompetencia.
Tienen nombre y apellido quienes, ante el dolor del soberano, organizan fiestas y festejos con familiares y amigotes, usando los bienes del Estado.
Pronto, muy pronto, el pueblo con su voto en elecciones libres y democráticas, pondrá a estos asesinos de cuello blanco tras las rejas.

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