AKAWI Y CHHIJI (VIDA Y PELIGRO) La amenaza de la Modernidad

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Froylan – Insurgente

Es innegable que hemos llegado al riesgo ecológico global de extinción humana y a la reacción de la Naturaleza contra su depredación, como resultado de la cosmovisión de la Modernidad: la ciencia como control (Bacon), la Naturaleza como cosa extensa cuantificable (Descartes), por tanto explotable, la economía como acumulación de ganancia, la persona como interés privado, el poder como dominio expansivo (sobre otras personas y ‘recursos naturales’), una ideología eurocéntrica (superioridad cultural) y colonial (de conquista). Despreciando la Vida y la Naturaleza, privilegiando la vida (intereses) de una minoría de humanos. Ahora la Madre Tierra cuestiona a la Modernidad. Parece que a la racionalidad instrumental no le bastaron las guerras mundiales. No obstante, este fin de época anuncia otra edad: la Transmoderna.

También la crisis sanitaria es usada por (entonces efecto planificado de) la geopolítica: una guerra bacteriológica en el des-orden mundial tripolar, un intento de reposición de la hegemonía imperial de EEUU. Un gobierno mundial (del poder financiero y su ambición de acumulación ilimitada) que, no admitiendo la paralización de la explotación del trabajo y la Naturaleza, quiere normalizar el estado de excepción (incluso militarizado), sobreponiéndose así a la crisis (cíclica), a costa de la muerte, acallando el grito de muchos con un orden policíaco, por la supervivencia del 1% rico deshaciéndose de la población inútil (p.e. los mayores inactivos), ofertando salud solo a los que puedan comprarla, poniendo sus Universidades al servicio de la guerra biológica, previendo la sujeción de otros Estados por endeudamiento (por la crisis económica a producirse, p.e. en Bolivia retornando a la política del FMI), frenando el crecimiento de otras potencias como la expansión china y sus aliados.

Es seguro que, por la pandemia, se viene una recesión económica mundial; y que ello traerá más pobreza, desempleo y desigualdad; pero no para el segmento millonario de gentes sino para la mayoría. Entonces los que sufren la desgracia hacen bien en sospechar contra los que se benefician de la tragedia (que saldrán con más poder, más control, más riqueza). Aparece justificada la rebelión. Porque se dan cuenta que el encarcelamiento, la cuarentena, es insostenible por el hambre diario (enfrentado al racismo de la clase media) y que es para domesticar a la gente ante el nuevo orden (p.e. de la oligarquía boliviana servil a EEUU), por eso los arrestos y la represión (continuando el golpismo con la «pacificación» del indio alzado). Hay esperanza en el encuentro comunitario del pueblo, porque la protesta no es descreyendo la enfermedad reciente, el grito es contra el sistema que siempre los mató de hambre.

Sobreviene la amenaza de muerte, o bien del coronavirus o bien del orden policíaco o bien del hambre, pero si tiene éxito la política del miedo e incertidumbre, podría aparecer aceptable el orden prometido. He ahí la religión, que muestra la enfermedad como castigo de Dios y el pueblo pecador (los irresponsables que rompen la cuarentena) que debe arrepentirse, rezar y obedecer.

Si la amenaza es política la respuesta será rebelión; pero igualmente, si viene de la reacción de la Naturaleza (del que somos parte) contra la forma de vida depredadora del humano, entonces la respuesta sensata es la re-adecuación a la Vida biocomunitaria. Si se quiere superar esta edad antropocéntrica, el proyecto de Estado tendrá que comprender una economía social comunitaria autogestionada, contra la repuesta de siempre impulsada por la opción  privada capitalista (peor en su versión neoliberal), unas democracias más locales que electorales (con una administración plurinacional), una biocultura pluralista (no eurocentrica), una comunidad igualitaria (no sociedad de egos ordenados colonialmente)… presentes aún en las culturas ancestrales pero también en las esperanzas populares (y exigibles a sus líderes).

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