FRENTE AL PELIGRO FASCISTA, LA SALIDA DEMOCRATICA

Los últimos acontecimientos en el país marcado por   jornadas violentas que han derivado en la muerte de cinco bolivianos, desaparecidos y decenas de heridos, dejan la sensación de que el movimiento popular   hubiera perdido el control de su propia dirección, como un tren desbocado que avanza hacia un precipicio. Todo apunta a esa ruta: por un lado, una retórica simplista de nuestra rancia derecha que alimenta el odio contra todo lo nacional popular articulando la bronca de sectores sociales generada por la escasez de carburantes y desabastecimiento de alimentos con un deseo de orden a cualquier precio. Por otro lado, los sectores del evismo en bloqueos con la aparente bandera de defensa de la “economía popular”, haciendo que se encarezca los productos de la canasta familiar, fomentando el agio y la especulación, que apenas es un taparrabos del verdadero objetivo:  habilitar una candidatura espuria.

Los recientes hechos en Llallagua, con sensibles bajas, demuestran que el uso de la violencia y la intimidación como método de presión, lejos de fortalecer una causa popular, deslegitima las demandas sociales y siembra miedo e incertidumbre. Además, la distorsión del discurso popular alimenta un proyecto de restauración conservadora, cuya base ideológica es profundamente reaccionaria.

Así, los estrategas de la “batalla final”, los estrategas del “fin de ciclo” y la derecha boliviana como portavoz de la embajada norteamericana convergen en caracterizar como enemigo principal al presidente Luis Arce Catacora al que no vacilan de adjetivarlo como “dictador e incapaz representante del socialismo del Siglo XXI” y expresión de una “falsa democracia”. Son todas argumentaciones falaces, frente a las cuales solo cabe advertir y recordar que todas las contrarrevoluciones del siglo XXI, Golpe de Estado del 2019 incluido, nacieron murmurando alegremente este tipo de slogans.

Lo cierto es que la patria enfrenta un grave peligro, ese peligro se llama fascismo, porque la movilización “evista” busca terminar con un mandato democrático y abrir las puertas a una transición golpista ya sea por vía de la sucesión “constitucional” (la menos probable) o la intervención directa de las FF AA; cualquiera sea el desenlace, es el caldo de cultivo propicio para dar paso a un movimiento contrarrevolucionario con tintes claramente fascistas. Estos movimientos fascistas – lo sabemos porque lo hemos vivido – se caracterizan claramente porque no escatiman la violencia para someter al pueblo, romper sus organizaciones de lucha política como son el MAS-IPSP y otras de izquierda, sus sindicatos y organizaciones sociales.  Además, son una fuerza de apoyo al servicio de las oligarquías agroindustriales y financieras, que terminarán sepultado todas los avances sociales y económicos del pueblo.

Frente a este peligro, que no es otra cosa que la materialización de la estrategia gringa de la implosión que divide y enfrenta entre sí a los actores del bloque social revolucionario, la primera responsabilidad de la izquierda, cualesquiera sean sus sensibilidades, es rechazar esta estrategia y los hechos consumados que se traducen en brutales bloqueos de carreteras y enfrentamiento fratricidas de pueblo contra pueblo.

La salida que proponemos, como convergencia de unidad de las fuerzas populares por la vía democrática, que significa ir a las elecciones, con un programa de defensa del Estado Plurinacional, el modelo económico soberano y de inclusión social con las fuerzas sociales y políticas antiimperialistas y anticapitalistas.

Más allá de la mera cuestión electoral, apostamos por la reunificación de las fuerzas sociales y políticas antiimperialistas y anticapitalistas, identificando claramente al enemigo principal la derecha, la extrema derecha y el imperialismo. La unidad del bloque popular debe estar basada en tres ejes: 1) Programa de acciones concretas que pueda alimentar el necesario retorno a las cuestiones estratégicas, 2) Dirección colectiva y 3) Encarnar una alternativa de Democracia de Masas de abajo hacia arriba, algo que se ha perdido, pero a la que no renunciamos ni renunciaremos.

 

Las elecciones acaban el 17 de agosto. ¡La lucha sigue!

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